La situación del país se puede resumir en las siguientes realidades:
A) Los recursos de los que disponemos para invertir son escasos y tenemos muchas carencias que los requieren y compiten por ellos.
B) Nos hará falta crecer nuestra base de generación de energía en un alto porcentaje en los próximos años con respecto a lo que se genera actualmente, así como conservar las fuentes actuales si queremos crecer o mantenernos como hasta ahora. Y esto implica necesariamente darles mantenimiento y actualizarlas.
C) El cambio climático requiere de atención inmediata, para ello es necesario producir energía sin contaminar a gran escala, así mismo contribuir con lo que nos corresponde en un esfuerzo internacional, del que somos parte importante por cómo contribuimos en la generación del daño.
D) Habrá presiones internacionales no necesarias, si no participamos para alinear esfuerzos con el resto de los países. Presiones que se reflejarán finalmente en cuanto a inversión, apertura de mercado para nuestros productos y nuestra base productiva que al final, impactan en fuentes de trabajo y bienestar social.
Dadas estas realidades, resulta difícil comprender un rumbo basado en la inversión del gobierno como única posibilidad de crecimiento y también opuesta a la tendencia mundial de eliminar las energías derivadas de hidrocarburos.
Lo que está en juego son las posibilidades que en el futuro tendrán las próximas generaciones de mexicanos y esto no debería ser tomado como rehén de decisiones políticas y equilibrios partidistas.
Somos parte de un mundo interconectado a nivel de decisiones e intereses y no podemos pretender vivir en una burbuja que además tenga suficiencia autónoma y en un permanente enfrentamiento, dilapidando en ello esfuerzos y recursos.
El análisis que se ha hecho a un problema global por todos los países, difícilmente puede estar equivocado. Por qué debemos suponer ello y tomar otro rumbo en base a intereses e hipótesis que nada tienen que ver con un análisis objetivo de la situación, sino únicamente regresando a soluciones cuyo tiempo ha pasado y añorando un regreso a economías que respondieron a condiciones diferentes.
El desprecio a entender la real problemática actual y por lo tanto optar por la negación de la misma, no puede ser aceptado solo por venir como línea política sin alzar la voz buscando su comprensión y la inclusión de personas calificadas en el tema para contribuir en un esfuerzo global.
Los hechos planteados en el inicio de este artículo son parte de nuestra realidad y querámoslo o no, es necesario atenderlos y considerarlos, pues no los podemos evadir como parte de lo que nos tocará vivir en los próximos 50 años. Cualquier equivocación en el rumbo y en la toma de decisiones alineadas con el contexto internacional es dilapidar los recursos en una camino sin futuro.
Lo que implicaría tarde o temprano sería una pérdida de tiempo, recursos y oportunidades para finalmente volver a este rumbo de manera realista más tarde, pero habiendo perdido el tiempo y la oportunidad de insertarnos en un esfuerzo común y hacer uso del contexto que lo acompañe de oportunidades. Contexto que para todos los países será necesario afrontar si queremos tener éxito.
Es evidente que habrá la necesidad de crear mecanismos de inversión mundiales para el logro de estos objetivos, así como de apoyos y desarrollos tecnológicos que ahora no están del todo concluidos, pero que ya se plantean y discuten. Y también es evidente que es necesario para nuestro país ser parte de este proceso puesto que de manera autónoma, siguiendo una tesis errónea de aislamiento y rumbo equívoco, no serán alcanzables.
Lo importante es comprender que en esto, por primera vez en la historia, no estamos solos, ni podemos ser autónomos y entender que habemos algunos países que no podemos fallar, por lo que representamos para lograr el objetivo global que se persigue.
Ya hemos tenido el ejemplo de una pandemia; aún inconclusa y con un futuro por definir, en la que acabamos pidiendo ayuda y haciendo lo necesario para obtener vacunas a pesar de todos los discursos políticos, aplastados por la cruda realidad.
El análisis realista y llevado a cabo por expertos como apoyo y que sea escuchado y considerado es necesario, más allá de los intereses políticos sesgados en los que hemos dejado la toma de decisiones sobre nuestro futuro en todos los sentidos.
El buen juicio de quienes tienen hoy esta decisión en sus manos y el trascender histórico en la toma de una decisión tan importante es lo que está en juego. Es nuestro debe ayudar a hacer esta conciencia sobre lo que implica equivocarnos, pues ese derecho a errar en lo referente al cambio climático, lo perdimos hace mucho tiempo.